Los actores Maya Villacreses y Diego Coral López, graduados de INCINE. Fotografía cortesía de Ana Cristina Franco
Ana Cristina Franco, graduada de INCINE, acaba de concluir el rodaje de su proyecto “el invento de la soledad” cortometraje que cuenta la historia de Soledad, que está atrapada en cuarentena junto a una nueva pareja con la que sale desde hace poco. Los objetos de su antigua relación aún inundan su casa y denuncian una presencia que no ha desaparecido. Una noche, el recuerdo del ex novio se materializa en la cama de Soledad y los tres despiertan en una situación bizarra e incómoda. A partir de ese momento no pueden liberarse del recuerdo y los tres terminan viviendo el confinamiento juntos e intentando soportarse. Soledad está cada vez más paranoica con el COVID 19, mientras se encuentra en la mitad un novio “perfecto” que puede traer el virus cuando sale a hacer compras y un recuerdo “imperfecto” con el que profundiza su conexión intelectual y que no contagia enfermedades. Pronto deberá tomar una decisión y definir el camino de su vida en tiempos de pandemia.” El elenco fue conformado por: Maya Villacreses, Diego Coral López, graduados de INCINE y los actores Juan Martín Varea y Alfredo Espinosa. El guion y la dirección la realizó Ana Cristina Franco. La asistente de dirección fue María Guadalupe Alava, graduada de INCINE. Los productores fueron Tito Jara y Simón Brauer, quien también fue director de fotografía. La dirección de arte estuvo a cargo de Roberto Frisone.
La dirección de sonido estuvo a cargo de Emil Plonski, docente de INCINE y el vestuario fue realizado por Emilia Buchelli, graduada de la carrera de maquillaje y vestuario de INCINE.
Ana Cristina, nos cuenta en sus propias palabras cuál fue su motivación para realizar este proyecto y cómo fue la experiencia de rodar en medio de la pandemia del COVID-19.
Los actores Maya Villacreses, Diego Coral López y Juan Martín Varea. Fotografía cortesía de Ana Cristina Franco
“En marzo del 2020 nos cambió la vida a todos. Los planes que teníamos se fueron al tarro y nos tocó reinventarnos desde cero. A muchos la pandemia del coronavirus les cambió la vida de manera irreversible, otros tuvimos (y todavía tenemos) que aprender a vivir encerrados, o, mejor dicho, manteniendo la debida distancia de familiares y amigos, viendo el mundo exterior con horror desde nuestros dispositivos móviles. Muchos nos hemos sentido en una suerte de Apocalipsis. Sin embargo, una de las cosas que más me ha llamado la atención en este tiempo, es como se han visto afectadas las relaciones humanas, como se han transformado los afectos a partir de la pandemia. Si bien antes de ella, la soledad ya era un tema importante en la vida moderna, después de esta crisis, el incremento de la tecnología a la par de la pérdida de contacto social, ha exacerbado aquel fenómeno en el que los individuos cada vez tenemos más miedo de amar. De estas sensaciones e ideas nació la necesidad de escribir un cortometraje, en clave de comedia, cuya premisa sea, en cierta forma, el miedo al otro. “
Fotografía cortesía de Ana Cristina Franco
“El contexto de una pandemia que nos afecta a todos de manera física, pero también psicológica, haciendo que nos recluyamos en las casas y perdamos el contacto social al punto de ya no desearlo y preferir relaciones virtuales o fantasiosas al contacto cuerpo a cuerpo. (…) La crisis del coronavirus nos ha llevado a conocer y entablar otras formas de relación en las que la presencia física ya no es necesaria, e incluso, es temida y rechazada; otras formas de relación más perversas (ver el celular en vez de hablar, temer un beso, pero no una relación sexual) no mostrarlas desde una mirada seria o aterradora (ya es bastante) sino irónica y cómica…
Entonces la noción que teníamos de amor, inevitablemente ha cambiado. O está constantemente cambiando, transformándose, contagiada de miedo. Por eso me interesó la idea de tratar la temática del amor vinculada al coronavirus. Hacer una comedia romántica en la que se retrate al amor como enfermedad. Por un lado, la amenaza de enfermedad real, pero, por otro lado, el terror de acercarse a otro cuerpo, la dificultad de asumir relaciones humanas en tiempos en los que se nos acostumbra a la soledad y la individualidad. Me llama la atención como en el confinamiento muchas relaciones ya no son físicas, entonces quise retratar la paradoja de esta ausencia-presencia. (…)
Por otro lado, me interesó expresar las sensaciones de la cuarentena desde el lugar en el que me encuentro, es decir, desde la clase media. Narrar la experiencia de vivir la pandemia, no en la calle ni en los hospitales, no en los lugares de riesgo, sino, como es el caso de muchos, en casa.Me pareció necesario contar un punto de vista más, esta vez el de quien vivió (y vive), la pandemia desde casa y de una de sus posibles afectaciones psicológicas. Me motivó también narrar esta historia no desde una mirada solemne y trágica, sino, al contrario, desde la comedia. Quizá porque la risa es a veces la única forma de soportar el dolor. Me motivó la enfermedad, o la posible enfermedad, como metáfora del miedo al otro, en ese sentido, esta no es una historia heroica sino una historia mínima, cotidiana, que al mismo tiempo busca ser metáfora de la compleja naturaleza de las relaciones humanas y de cómo estas se ven afectadas por la modernidad y sus vicisitudes.”
Ana Cristina Franco en el set. Fotografía Simón Brauer.
“Rodar en la pandemia fue increíble por lo mismo que tiene que ver con la motivación, la pandemia nos recluye no mantiene aislados, entonces volver a tener contacto humano, hacer trabajo en equipo, fue muy motivador e inspirador también. Volver a hacer algo presencial, sentir la energía humana del equipo, que trabajo increíblemente, teníamos mucha conexión entre todos. Fue muy bonito volver a hacer cine. Saber que no tenemos que dejar de hacer las cosas que queremos por la pandemia. Es duro tener que acostumbrarse a usar mascarilla a mantener el distanciamiento, pero hay que seguir trabajando y haciendo lo que te gusta, porque es también lo que nos salva la vida en estos tiempos.”
Agradecemos a Ana Cristina por compartir su experiencia y pensamientos y le deseamos muchos éxitos con este proyecto.
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